Igual que uno de sus platos más característicos, la parmigiana, la cocina y la identidad siciliana se ha creado a partir de muchas capas de historia y de sabores foráneos
Sicilia es la mayor isla del Mediterráneo y ha atraído a multitud de civilizaciones por su situación estratégica entre el Este y el Oeste del mar y entre Europa y la costa africana. Con el volcán activo más alto de Europa que nutre la tierra de ricos minerales, prados con ganado que produce leche para hacer quesos y abundante y fresco producto del mar, Sicilia ofrece una cocina llena de sabores de procedencias muy dispares.
Muchas capas de historia
La isla ha estado habitada desde época neolítica, seguramente por emigrantes africanos o de la península arábiga. En aquellos tiempos el lugar ya debía ofrecer variedad de frutas y hierbas silvestres, y por supuesto, marisco y pescado. Con la formación de las primeras civilizaciones al Este del Mediterráneo se empezó el comercio y con los siglos la isla empezó a despertar interés.
Los fenicios llegaron a la isla en el siglo IX a.C. y establecieron colonias en la costa oeste, creando Palermo, que ahora es la capital siciliana. La otra cosa, la este, fue ocupada por los griegos que llegaron un siglo más tarde y crearon colonias muy importantes como Naxos, Siracusa y Enna. Los habitantes nativos de la isla, que aún habitaban las zonas del interior, absorbieron la cultura helénica y la zona formó parte de la Magna Grecia junto con el resto de la Italia meridional, que también fue colonizada por los griegos. La vid y el olivo que introdujeron desde el Levante mediterráneo florecieron y promovieron un intenso comercio con otras zonas del Mediterráneo.
Durante tres siglos la isla fue prácticamente griega y su legado aún es visible hoy en día: templos y anfiteatros, elementos del dialecto local y la introducción de la vid, el olivo, la granada y el uso de la miel. Pero en el siglo V a.C. la llegada de los cartagineses desestabilizó la paz de la isla provocando guerras (púnico-griegas) por el control del territorio que durarían 100 años. Finalmente, los romanos llegaron al auxilio griego y se anexionaron la isla creando la primera provincia romana fuera de la península italiana y se consideró “el granero de Roma”, un título que aun ostenta hoy. Ellos introdujeron el trigo duro y la avena, cereales que crecen bien en suelos áridos y cálidos, que sirvieron para alimentar a su creciente población.
Durante 700 años los romanos fueron los dueños de la isla, pero eran unos dueños lejanos y a veces casi absentes lo que provocó varias revueltas de esclavos y de poder interno. En los años posteriores al año 200 el cristianismo apareció por primera vez en el territorio siciliano y creció rápidamente durante los siguientes siglos dejando mártires como Santa Ágata, cuyo símbolo se celebra comiendo unos pastelitos con forma de sus pechos (minne di Sta Agata). Con la caída del Imperio Romano de Occidente una serie de pueblos germánicos ocuparon la isla sucediéndosela: los vándalos, los hérulos y los ostrogodos que fueron derrotados por el general Belisario, que respondía al Imperio Romano de Oriente.
Sicilia fue usada como base para que los bizantinos recuperaran el resto de Italia y finalmente en 535 el emperador Justiniano hizo de Sicilia una provincia bizantina y por segunda vez en la historia de la isla se volvía a hablar la lengua griega. Fue bizantina durante medio milenio, pero a principios del siglo IX empezó a sufrir ataques sarracenos y el 965 los árabes conquistaron finalmente toda la isla.
Tal vez ninguna otra cultura hizo más por la isla que los árabes. Ellos introdujeron reformas agrícolas como la irrigación de los campos y las terrazas en las laderas del volcán Etna que incrementaron muchísimo la productividad. También introdujeron alimentos que ahora son parte indispensable de la mesa siciliana: la caña de azúcar, las berenjenas, los cítricos, los albaricoques, las sandías, el arroz, el azafrán, los dátiles; y muchas más hierbas, especias y frutos secos.
Los árabes incorporaron formas de preparar los alimentos que eran ajenas, como las verduras rellenas, los platos de arroz y el cuscús, que aún es un plato comido y amado en el oeste de la isla. El azúcar junto con los frutos secos (como las almendras y los pistachos) jugó un papel clave en la elaboración de pasteles y confitería. La cassata, el mazapán, la giuggiulena (o cubbaita, por la palabra árabe qubbayt) y la granita o sorbete, son todas elaboraciones de esta época. La tradición de hacer dulces fue adoptada por los conventos de monjas y los monasterios a partir del 1500 como una vocación y como fuente de dinero.
Mientras que la gran ciudad griega había sido Siracusa, los árabes tomaron Palermo como una ciudad que conectaba el Este del Mediterráneo con España. El emirato de Sicilia se resquebrajó en el siglo XI cuando las potencias de la Italia meridional contrataron a sicarios normandos para que conquistaran la isla. Roger de Altavilla expulsó a los sarracenos y empezó la etapa del Reino de Sicilia, manteniendo la capital en Palermo. Los normandos introdujeron el bacalao salado, que aún hoy es muy apreciado a pesar de tener gran abundancia de pescado fresco disponible. Los normandos consiguieron hacer de la isla un lugar próspero y políticamente poderoso y mucha gente llegó desde la Italia septentrional y Europa atraídos por las riquezas. Lingüísticamente la isla se latinizó y desde el punto de vista religioso, se catolizó.
Cuando la única descendiente y heredera de Roger II se casó con el emperador Enrique VI la isla pasó a manos germanas. Pero el papado tenía conflictos con la casa Hohenstaufen por lo que acabó coronando al príncipe francés Carlos I como rey de Sicilia y Nápoles en el año 1265. Los siguientes años estuvieron marcados por tensiones religiosas y empujados por la Inquisición, muchos de los sicilianos que no se consideraban cristianos se tuvieron que convertir al catolicismo. De esta forma, como sucedió en todo el mundo cristiano, las antiguas celebraciones paganas se vistieron de santos católicos. Así se explica que la mayoría de los días de celebración de los santos se asocien con alguna comida especial.
La gobernanza de Sicilia pasó de una mano a otra hasta que acabó bajo el liderazgo de la corona aragonesa, que también se hizo con Nápoles. A partir del siglo XVI empezaron a llegar ingredientes de las colonias americanas y eso volvería a dar un vuelco a la gastronomía de la isla. Tomates, pimientos, chiles, calabaza, cacao… todos serían celebrados en los platos sicilianos un tiempo más tarde, pues no todos fueron recibidos con buenos ojos de buenas a primeras.
Sicilia siguió siendo un virreinato español pero las influencias cambiaron pues de lo aragonés se pasó a lo francés (con los borbones), que aportaron refinamiento a los platos tradicionales (patés, galantinas, gattó -del fracés gateau- de arroz, timbales y pasteles de hojaldre salados). Durante las guerras napoleónicas hubo alzamientos en Palermo por la independencia y se logró en 1848 pero en 1860 la región fue unificada con el resto de Italia por Giuseppe Garibaldi derrotando finalmente a los borbones.
Desde entonces la historia de la isla ha estado íntimamente relacionada con la historia de la Italia continental. Después de la unificación muchos lo vieron como una derrota por no haber conseguido la independencia completa y se rebelaron. La economía decayó y eso llevó a una ola de emigración sin precedente. A mediados del siglo XIX surgió la Mafia, una confederación de crimen organizado que se creó en un inicio para proteger la propiedad de terratenientes y comerciantes frente a grupos de bandidos que a menudo saqueaban campos y ciudades. La llegada del gobierno fascista, las Guerras Mundiales y la terrible posguerra empujaron a muchos sicilianos a abandonar su tierra para buscar fortuna en otros lugares, y otros continentes, como en América. La mayoría de los italianos llegados a los Estados Unidos fueron sicilianos o del sur de Italia.
En 1946 Italia se convirtió en una república y como parte de la nueva constitución, Sicilia se constituyó como una de las cinco regiones de estatuto especial. Hubo una reforma agraria parcial y un fondo llamado Cassa per il Mezzogiorno (Caja para el Sur) que ayudaron a mejorar la economía, pero la mayoría de decisiones administrativas se siguieron tomando desde el norte.
Los sabores del territorio
Todas estas piezas de puzle histórico se juntaron para formar una imagen culinaria única pero que no habría sido posible en otro territorio. La isla presenta muchos micro-climas que permiten una gran variedad de producción. Desde condiciones áridas que favorecen el crecimiento de la planta nacional, el higo chumbo (ficho d’india), a las setas, las nueces y los quesos de las zonas de montaña, pasando por la tierra fértil del volcán activo más alto de Europa y la abundancia que ofrecen los mares que rodean la isla.
El volcán Etna nutre el suelo con minerales esenciales que permiten que pistachos, olivos, viñedos y árboles frutales produzcan las mejores versiones de sí mismos. En las zonas de interior el trigo se ha estado cultivando desde el tiempo de los romanos y nutre la isla y a toda Italia. En la costa meridional crecen cítricos y verduras y cuando empieza la primavera el aire se llena de perfumes a jazmín, azahar, flor de almendro… Las tres aguas que rodean la isla, el mar Iónico (entre Grecia e Italia), el mar Tirreno (entre la Italia continental y Cerdeña) y el mar Mediterráneo (conectando España con el Oriente Medio) ofrecen uno de los puntos más ricos de pesca de toda Italia.
Cuando estuve viviendo en el norte de Italia me di cuenta de la cantidad de platos regionales que existían y de los que yo no tenía constancia. No existe la comida italiana, igual que no existe la comida española. Hay comidas regionales, e incluso en la misma Sicilia esto se percibe con fuerza. En otros tiempos, cuando no existían métodos de transporte efectivos como existen hoy en día y cuando la gente no tenía necesidad de viajar lejos de su hogar la comida se hacía con los ingredientes y los productos que se tenía a mano. Aun hoy se puede percibir un contraste entre las zonas interiores y de montaña y las zonas costeras.
Aunque las sardinas y anchoas saladas se usaban como condimento en las zonas de interior se comía más carne (de cerdo, pollo, conejo o res), verduras del huerto y productos lácteos. En la costa la mayor parte del producto provenía del mar, y todavía lo hace. Un cuarto del total de barcos de pesca italianos procede de Sicilia y proveen al resto del país de maravillas como atún, pez espada, sardinas, pulpo y anchoas.
Históricamente, la comida del pueblo era comida sencilla, aunque en Sicilia la tierra aporta suficiente sabor para no tener que añadir mucho más. Mientras que la nobleza degustaba platos refinados a la manera francesa, la mayoría de la población comía producto local y de temporada. La cucina povera es aún la base de la gastronomía siciliana, aunque hoy en día existen variantes que pueden incluir más o menos ingredientes. Esta estratificación cultural tiene como buen ejemplo el plato pasta con le sarde, pasta con sardinas, que en su forma más rica lleva pasta con sardinas frescas, hinojo fresco, azafrán, pasas, piñones y está adornada por pan rallado tostado; mientras que en su versión más sencilla se compondría de sardinas saladas o incluso sin nada de pescado en la pasta con le sarde al mare (las sardinas se habrían quedado en el mar sin llegar al plato).
Actualmente los productos de origen siciliano son conocidos y reconocidos en todo el mundo y se exportan a muchos países. Algunos de los más exportados son los tomates, las alcaparras, el atún, las anchoas, el aceite de oliva, el vino y el queso.
El Etna y las montañas
Ross y yo llegamos a Catania desde España después de una semana visitando a mi familia. El avión aterrizó a media tarde y empezaba a oscurecer cuando llegamos a nuestro alojamiento de una noche. Las primeras impresiones no fueron demasiado buenas, debo admitir. Las palabras “terroni” y “provinciales” resonaban en mi mente. Prejuicios que había escuchado una y otra vez mientras viví en el norte de Italia. Allí se considera a las provincias meridionales como gente que cultiva la tierra y no son demasiado refinados. Los edificios tenían la pintura desconchada y el lugar se veía antiguo y dejado.
Salimos a comer caminando desde nuestro alojamiento hasta el centro y no había casi gente. Más palabras resonaban: “mafia”, “crimen”, “peligro”. Llegamos al restaurante que nos había recomendado la chica del hotel y allí sí que había movimiento. Gente arreplegada en la entrada esperando a su turno para entrar. Empecé a sentir la vitalidad mediterránea y cuando por fin nos dieron la mesa y nos trajeron la comida reviví. Eran sabores reconocibles: sardinas, limón, alcaparras, cebolla, tomate, pan, aceite de oliva, naranjas… El restaurante estaba lleno y la gente conversaba animada. Supe que íbamos a disfrutar de las siguientes tres semanas.
Y así fue, con nuestro coche alquilado recorrimos sobre todo la parte oriental de Sicilia pasando tiempo alrededor del volcán Etna y explorando elaboraciones artesanales, entendiendo qué hace de esta isla un lugar maravilloso para la producción de todo tipo de alimentos. En el Nord-Este de la isla el paisaje está dominado por el Etna. Es el volcán activo más alto de Europa y la gente de la región no podría vivir sin él. Es parte de su identidad, pero también les da de comer, literalmente. La lava volcánica es rica en minerales por lo que todos los viñedos, olivares, pistacheros y otros árboles que crecen en la zona ofrecen un producto con un sabor sin igual. El territorio es agreste, dificultando la cosecha, que debe hacerse a mano, por eso los productos de la zona se venden como delicatessen.
Los días que pasamos en Randazzo, una pequeña ciudad barroca en la ladera norte del volcán, pudimos explorar y saborear famosos vinos como el Etna Bianco, los pistachos de Bronte, las cerezas de Macchia y los quesos locales. Al ser una zona de montaña, igual que sucede en los montes Nebrodi, vecinos, o en otras zonas montañosas de la isla, se consume también mucha carne y mucho salumi (embutido). El cerdo es preferido, especialmente el cerdo negro de los Nebrodi (suino nero dei Nebrodi), que se pasea libre por el monte desde el tiempo de los griegos, haciendo su carne muy sabrosa.
El interior
Viajar por la zona interior de la isla es un poco como estar en el oeste lejano: un lugar desértico y árido en el que campos de trigo se suceden durante kilómetros. Pero en Sicilia puedes pasar de los campos dorados a los árboles frutales en cuestión de minutos.
Cuando viajamos dejando atrás el Etna hacia el sur pasamos por los campos dorados de la provincia de Enna, que Cato describió como “el granero de la República, la madre de cuyo seno se alimenta el pueblo romano”. Actualmente el grano producido en Sicilia alimenta a toda Italia y más allá. El grano es grano duro, sémola, y se usa principalmente para hacer pasta. Es un grano con mucha proteína por lo que desarrolla mucho gluten que es lo que le da la elasticidad a la masa. Cuando se recolecta el grano y se limpia se muele para hacer harina. Esta harina de grano duro se emplea para hacer pasta aciutta, o pasta seca, diferente de la pasta fresca o al huevo. Solamente se usa harina de sémola y agua y aunque la mayoría de harina va destinada al uso industrial, muchas familias sicilianas todavía hacen pasta a mano que dejan secar durante bastante tiempo en un lugar ventilado preservando las propiedades del trigo. Las formas más populares son: spaghetti, anelletti (pequeños anillos), cannelloni, gnucchitti (pequeños tubos) o cavateddi (pequeñas conchas).
Las provincias occidentales son famosas por la producción de aceite de oliva y de vino. Aunque olivares y viñedos se encuentran en muchos otros lugares, en Trapani son especialmente abundantes. Los vinos más famosos son el Marsala DOP y el Moscato Passito di Pantelleria DOP. En la provincia de Siracusa también se encuentra un vino DOP muy apreciado, el Nero d’Avola. Para el aceite de oliva, las provincias con más hectáreas dedicadas a los olivos son Trapani, Palermo y Agrigento y existen muchos aceites DOP.
En las zonas interiores se cultiva gran variedad de verduras y legumbres que se benefician del clima mediterráneo. Las lentejas y los garbanzos son ingredientes básicos en la cocina siciliana. Se cocinan en sopas, guisos, ensaladas o como acompañante. De los garbanzos también se extrae un tipo de harina que se usa para cocinar panelle, unas tostadas que se venden sobre todo en Palermo como comida callejera. Verduras como las alcachofas, guisantes, pimientos, tomates, calabacines brillan en multitud de platos, pero tal vez la verdura estrella es la berenjena. Conocida en dialecto local como petronciana llegó con los árabes, pero no se creyó comestible hasta el siglo XVI. Parmigiana di melanzana (al horno con salsa de tomate y queso), pasta alla Norma (pasta con berenjena, tomate y ricota salada), melanzane a Beccafico (arrebozada y frita, con queso y piñones), caponata (verduras cocidas al estilo sanfaina)…. Todos son platos que elevan este ingrediente.
Los árboles frutales y en especial los cítricos son otro de los grandes elementos del paisaje y de la gastronomía siciliana. Las naranjas y los limones siempre son evocadores del Mediterráneo, pero llegaron con los árabes des del Este del mar y de hecho sus orígenes están en el Sud-Este Asiático (ver los cítricos). Aun así, estos frutos aromáticos, ácidos y dulces acompañan ensaladas, postres, mermeladas y sorbetes. Para ver la plenitud de estos árboles se debe ir hasta las provincias orientales de Catania y Ragusa. La abundancia de árboles en flor hace que en las zonas interiores también se cultive muy buena miel, un ingrediente milenario que se consume mucho y se exporta.
Los árabes también trajeron otro de los ingredientes fundamentales de la cocina siciliana: las almendras. En la ciudad de Avola, en la provincia de Ragusa, se encuentran las mejores almendras de toda Sicilia. Existen varios tipos: amargas y dulces. Las primeras se suelen utilizar para extraerse el aceite o para hacer cosméticos mientras que las dulces nutren a la isla con elaboraciones dulces y casi no se exportan al exterior. El mazapán es una pasta creada por los árabes que mezcla almendra machacada con azúcar y de ella se pueden hacer confecciones dulces como la cassata o la frutta di martorana (mazapán con forma de frutas). También se comen galletas hechas con almendras como los ‘nzuddi que mezclan el fruto seco con naranjas. Muchos de estos dulces fueron creados en conventos como forma de ingresos de las monjas. La leche de almendras y la granita di mandorla (sorbete de almendra) son imprescindibles.
También en Ragusa la ciudad de Modica es famosa por elaborar uno de los chocolates más deliciosos de Italia y se vende por toda la isla y también se exporta. El cacao no se cultiva, sino que viene de su origen americano pero sus granos tostados se tratan a la forma que hacían los aztecas. Se muelen los granos y se cocinan a baja temperatura para que los azúcares no se derritan y se preserven los sabores originales. En Mesoamérica se molía el chocolate a mano y se aromatizaba con vainilla y chile, en Sicilia se usan ingredientes locales como la naranja, los pistachos o las almendras. El chocolate también se usa para cocinar y un plato un tanto curioso es conejo asado con chocolate.
Las zonas interiores de Ragusa y Siracusa son también áreas de ganadería. Yo visité una granja cerca de Modica en la que tenían vacas en una gran pradera que ordeñaban cada día dos veces para hacer quesos. Los quesos más populares de Sicilia son el caciocavallo (con leche de vaca), el pecorino (con leche de oveja), la ricotta fresca o salada (hecha con leche de oveja o de vaca) y los quesos de pasta filata como la mozzarella o la burrata. Hay muchas variantes según la zona y algunos ingredientes de más que se pueden añadir a los quesos como pimienta negra o pistachos.
La costa
Toda la franja costera de Sicilia ofrece una abundancia de pescado y marisco que se incorpora a los platos. En la costa occidental se encuentra la provincia de Trapani, con ciudades que recuerdan más al norte de África que a un lugar europeo. Uno de los productos estrellas de Trapani es la sal. Varias carreteras costeras te llevan por lagunas de sal que han sido utilizadas desde tiempo fenicios para recoger este bien del mar. Gracias a la sal pueden preservar otro de los ingredientes de esta región: las alcaparras.
En esta costa occidental las influencias árabes son más notables y tal vez la más evidente es el uso de cuscús. El cuscusu alla trapanese es un plato en el que granos de sémola molidos se agitan a mano y se hidratan en un cuenco de terracota llamado mafaradda formando bolitas pequeñas que se cocinan con aceite de oliva y después se hacen al vapor en una cuscussiera. Se hace un caldo de pescado que se incorporará al plato junto a marisco y a veces hierbas y almendras tostadas. En la localidad de San Vito lo Capo se celebra un festival internacional de cuscús cada septiembre donde se presentan variaciones de la receta.
El atún es uno de los pescados más valorados internacionalmente y en Sicilia se encuentra con facilidad pues las aguas poco profundas y las corrientes marinas proporcionan a este pez viajero el mejor ambiente para que se reproduzca. La variedad que llega a la costa siciliana es la del atún rojo, particularmente a la isla de Favignana. Allí aún se puede ver la mattanza de la forma que introdujeron los sarracenos. Nunca he podido presenciar tal espectáculo, pero parece ser una forma brutal y sanguinaria de atrapar al animal. Este evento que siempre tenía lugar en mayo consistía en hacer entrar a los peces red tras red hasta una cambra mortal donde no tenían escapatoria y se les daba muerte junto a cánticos rituales. Actualmente se usan otros métodos que aseguran mantener capturas durante todo el año, aunque no se consideran sostenibles y el atún rojo es una especie en vías de extinción. La mayoría de las capturas se envían a Japón donde es muy apreciada para comer como sashimi mientras que el país nipón exporta las variedades de atún menos deseables hacia el Mediterráneo como bonito, atún de aleta amarilla o barrilete.
Las sardinas y las anchoas son otro de los productos estrella de Sicilia. Sardinas cocinadas en pasta con le sarde (pasta con sardinas y salsa de tomate) y sarde a beccafico (sardinas arrebozadas y fritas con piñones y pasas) y anchoas preservadas o frescas en salsa d’acciughe (salsa de anchoas) o en la pasta con i mascolini (pasta con anchoas). En los mercados se las puede comprar frescas del día y son muy sabrosas. Ambos pescados también se preservan con la sal de Trapani y se comen en pasta o como aperitivo.
Messina es la tercera ciudad más grande de Sicilia y la capital de la provincia con el mismo nombre. También es el punto de llegada de muchos visitantes de la Italia continental que cruzan el estrecho de Mesina para llegar a la isla o a las islas eólicas, que pertenecen a Sicilia. La cocina de esta zona es muy marinera y sobre todo homenajea a un pez muy especial: el pez espada. Este pez abunda en el trozo de mar que separa Mesina de Calabria y se come de todas formas: involtini di pesce spada (envuelto), ruota di pesce spada con salmoriglio (a la parrilla con una salsa de limón y ajo)…
Otros fruti di mare populares son el bacalao (sobre todo en la costa norte), el pulpo, las almejas, las gambas, los mejillones… Y se encuentran en todos los mercados de Sicilia, desde los bulliciosos mercados que recuerdan a tiempos sarracenos de Palermo hasta los mercados de la otra costa que están junto a restos griegos como en las ciudades de Siracusa o Taormina. Es en los mercados y en las zonas vecinas de mucho ajetreo donde mejor se degusta la comida callejera, que hay mucha. Desde arancini (bolas de arroz rellenas y fritas), panelle, sfincione (pequeñas pizzas), scaccie (especie de calzone), a los famosos cannoli di ricota (tubo frito relleno de ricota dulce).
Después de tres semanas recorriendo la isla la palabra terroni adquirió una nueva connotación. Los sicilianos son gente arraigada a su tierra, que aman y se enorgullecen de sus productos y que celebran las tradiciones culinarias. Como escritora gastronómica fue un paraíso, pero también lo fue en lo personal. Solo encontramos amabilidad, pasión y franqueza allá donde fuimos. Rodeados de mi amado Mediterráneo, de vestigios griegos, fenicios, romanos, árabes, normandos y barrocos nos sentíamos verdaderamente afortunados de poder estar junto a campos de trigo, con el aire perfumado de azahar y contemplando como la tierra y el mar ofrecían un marco rico para crear sabores intensos.
Los chefs y cocineros se inspiran de la abundancia que les rodea. En la ciudad de Noto, Patrimonio de la Humanidad, se encuentra una pequeña pastelería llamada Caffé Sicilia, fundada en 1892, en la que su propietario decidió utilizar solamente ingredientes locales para crear sus dulces y helados. Ricotta, azafrán, chocolate, almendras, pistachos, jazmín, naranja, limón, flor de azahar… sabores sicilianos que se rinden homenaje en todas las elaboraciones. Mi padre es heladero pero el helado de ricotta al azafrán que me comí en ese lugar aún está gravado en mi mente.
Los sabores autóctonos
Alcaparras, sal, miel, marisco, pescado
Los sabores del Levante traídos por los fenicios, griegos y romanos
Viñas, olivos, trigo, cerdos, cebollas, ajos, albahaca, almendras
Los sabores del Sud-Este Asiático traídos por los árabes
Azúcar de caña, berenjenas, arroz, limón, naranja, sandías
Los sabores del Levante traídos por los árabes
Pistachos, alcachofas, café, sésamo, azafrán, dátiles
Los sabores americanos traídos por los europeos
Chile, pimientos, patata, tomate, judías, calabaza, calabacín, cacao